Cuánto me gusta estar con la Señora T. Ella me acoge en su seno, me acaricia y no me deja dormir, no me cuestiona ni me pregunta, me deja ser, y me deja estar con ella.
Me agrada cuando me deja tocar su cara, esa cara arrugada y sin vida, su piel pálida y áspera, puedo ver cómo las comisuras de sus labios llevan el peso del dolor; la han besado muchos marineros, muchos cuenteros, borrachos con sus bocas llenas de porquería, y en esas comisuras hay rastros de todos ellos, ahora me deja que la bese.
Gris. Cómo me agrada su pelo, es, es… dudo y pienso, porque nada se compara a su pelo. Es como acariciar lodo después de la lluvia, es silencioso y pegajoso, muy húmedo, en extremo. Enredado como el mío, tal vez por eso me gusta. No brilla, no se mueve, pero me recuerda el pasado, me hace caer y huele como mi vida en tiempos anteriores. Apesta.
Encaje. Se viste como ‘señora’ de cabaret francés de los años 30, aunque no es de la época, ya varios siglos antes la gente conocía a la Señora T. Muchos murieron a sus pies, y le han tenido repulsión, ella no los dejaba dormir, pero tampoco levantarse de sus camas. Hoy lo hace conmigo.
No le puede faltar su boa de plumas en el cuello, eso, creo, es lo que le da un gran toque a su apariencia meretriz, con ella embruja, acaricia y encanta a la gente, al menos lo hace conmigo, es como una alegoría de quien, según muchos, es el representante del mal en la tierra, quien hiciera caer en pecado a los primeros humanos. Me gusta cuando la sacude y me la pasa por la cara, ella sabe que me da piquiña, pero hace que sonría por dentro.
Disfruto cuando me mira, ¡ah, cómo me mira! Sus ojos blancos y vacíos, han visto todo y no recuerdan nada. Me los encuentro en el agua de la ducha, los veo en el desayuno, en el café y en los cigarrillos de la gente que fuma a mi lado, ella es quien se los enciende. Yo no fumo, aunque algunas veces ella me tienta y me dice que lo haga. Creo que es la única razón por la que hemos discutido. La Señora T es algo terca pero muy sabia, por eso no me atrevo a discutir con ella, siempre me vence y termino por abandonar mis propios pensamientos, y la sigo, me dejo llevar por ella y le creo. Sin embargo, luego de aplastarme, me abandona, como si para eso estuviera a mi lado.
En este instante me invita un trago, me dice que lo bebamos juntos, quiere hacerme caer como le gusta, y como me gusta, mi debilidad por el licor es su fuente de energía.
-Gracias Señora T, ahora no puedo, me muero de ganas, pero no puedo.
Cuántas veces me he quedado dormido luego de brindar con ella, me acaricia la cabeza como mi propia madre, pero no me puedo engañar, ella no lo es, y tampoco puedo pretender que lo sea. Sé que mañana cuando me levante no estará, y es lo peor que le puede pasar, tener que irse, ella es feliz a mi lado y no puedo negarlo, yo soy infeliz con ella pero me gusta cuando está aquí.
-Señora T, es hora de que se vaya, tal vez la lluvia y la oscuridad sean sus amigas, pero no soy muy amigo de las cosas que me gustan, y me preocupa que si no se va ahora, alguna de ellas dos la traicione, y le pase algo malo a usted, mire que no me gustaría saber que no va a volver. No se preocupe por sus zapatos, los cuidaré mucho. Disfruté estando con usted, fue un gran sexo el que tuvimos, siempre será bienvenida, pero por favor váyase ahora…
Después de besarme y despedirse, se perdió, descalza, lenta y mojada, con sus compañeras, y con un trago en la mano. Ahora yo descansaré.
Aunque se haya ido, Señora T, sepa que siempre es bienvenida, y que aún tengo la esperanza de que regrese mañana para acariciar mi pelo y quedarme dormido en el fondo de su trago, aunque sé que no debo esperarla.
1 comentario:
Con cada palabra sentí a la " Bella señorita T" conmigo. Me encanta esa descripción de cada olor, sabor, textura e imagen. Muy buen post.
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